Los
avances de la ciencia a paso lento lo están
confirmando.
Hemos
llegado a crear máquinas inteligentes. Memorias programadas. Óvulos congelados.
Vientres alquilados. Transferencia de embriones en fertilizaciones asistidas.
Anticuerpos monoclonales en tejidos desgastados que a Nielsen le valieron el
Nobel. Hasta se habla de redoblar partes deterioradas del cerebro con neuronas
sanas. Los avances han logrado codificar la existencia de salud hacia el camino de la perfección. El
hombre llegará a cuantificarse por monitoreo, controladores y tecnicismos. Como
desafío de nuestro tiempo logramos
prolongar el bienestar y el alargamiento de vida. Hemos ido y vuelto de nuestro Planeta la
Luna, y estamos en vía de interiorizar en los agujeros negros. Con tanto
progreso ¿qué pasará con la muerte? ¿Alterando lo sobrenatural, lograremos
infiltrarnos en el misterio de lo inmortal?
Será
como dice Pascal: “Se echa un poco de tierra sobre el cuerpo y hasta siempre”.
Creo yo que la racionalidad se está volviendo un poco loca con tanto avance.
El reconocimiento
del yo, la conciencia mental única, ¿también será reemplazable? Ya las huellas dactilares, aunque son
exclusivas e irrepetibles, el
delincuente John Dillinger las borró con cirugía. La identificación del ADN
como portador de nuestros genes creo que todavía funciona. Pero no sabemos
hasta cuando.
¿No estaremos jugando un poco a ser Dios? No voy a ser pesimista con los progresos,
contrariamente quisiera que el hombre pudiera desplazarse hasta llegar al
Planeta Marte, descubrir, si como se cree, hay vida y civilización más avanzada que la nuestra. Todo eso es
fascinante y temible por el hecho de que tener que afrontar lo desconocido
siempre incita y amedrenta por más inconscientes e intrépidos que seamos. Según
creo yo. No pasaremos del borde. De ahí
en más, el misterio seguirá
perteneciéndole a Dios.
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