jueves, 24 de mayo de 2018

Los viajes son el ideal para sacudirse un poco, conectarse con gente nueva y alejarnos de los grandes y pequeños problemas que nos agobian

Así lo entendí y después de la segunda guerra emprendí el viaje que debería llevarme por el mediterráneo.
En la Cala de Portais Nous, escondido entre pinos, abetos, aguas cristalinas y copas hasta el amanecer, está Mariveat, residencia veraniega de los Borbones. Una casona antigua asomando al mar construida toda en piedra. Un poco más allá está el Palau de L’almudaina. Un lugar imperdible. En ese pasaje me encontré con el que por unas semanas fue mi compañero circunstancial de viaje hasta llegar a Francia. En el hotel Gere de Lyón, alguien lo esperaba un 6 de julio.

Él venia de Marruecos. Apretaba bajo el brazo un diccionario español –catalán, con un aspecto de turista nórdico que mataba. Como vio que lo estaba observando se me acercó presentándose.
-Soy Aland  Hesse, nací en el país de los lagos, Finlandia.  Al ver su diccionario y comprobar que tenía  gran dificultad con el idioma le propuse hablar en francés. Atraído por su fantástico clima quería darse una vuelta por Las Canarias. Me confesó que era geólogo y consideraba a ese archipiélago volcánico un fragmento de la hundida Atlántida.
-Mi derrotero es otro, respondí, Yo quiero recorrer la costa mediterránea que en esta época es muy bonita. Decidimos almorzar juntos y después de fluidos diálogos seguimos viéndonos por días hasta que finalmente decidió unirse a mi camino.
Juntos recorrimos playas. Jugando sobre las olas practicamos esquí acuático.
Gozando del aire en libertad nos quemamos como camarones. Comiendo mariscos en la costa y disfrutando del mar, en su compañía volaban los días.  Conseguir un amarre en el paraíso hippie de Ibiza era un imposible, con grades aplausos de mi parte. El lo consiguió. Le encantaba el ambiente de mar y las Baleares cubiertas de pinos. En ese clima amistoso y cordial atravesamos la costa mediterránea hasta que llegó la fecha de su encuentro en Lyon.
Me presentó a Katska, su amigo, que como buen europeo me respondió besándome la mano. Tan elegante, interesante y alto como Aland, pero en rubio.
Medio enamorada me di cuenta que no podía competir.
Eran homosexuales. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario