Salvo
que se adolezca de alguna enfermedad psiquiátrica que oriente nuestro accionar
hacia otro estado anímico, un cerebro sano no desoye la necesidad ajena.
Desinteresadamente nuestras neuronas se automatizan e identifican con el otro.
En
cualquier encuentro grupal, el humano tiende hacia la persona que se canaliza e
identifica.
La
atracción o repulsión es una expresión dinámica e instintiva sin cualidad
efectiva sensorial.
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