martes, 15 de mayo de 2018

El etéreo lenguaje del cuerpo: la danza


La mayor expresión de los pueblos aún de las más remotas civilizaciones.
El arte pertenece más a los dioses que al hombre.
Por más que el humano haya ido modificando su hechizo con habilidades  y modismos, la explosión sigue siendo la misma. La comunicación del cuerpo a través de la música en un lenguaje universal.
La fantasía es mensajera del inconsciente. El hombre es un ser pensante, su futuro pertenece a la parte subjetiva. La naturaleza no permite copia, sólo puede expresarse, es objetiva y estéticamente visual. Su ritmo cada vez está más marcado. La belleza busca la armonía para expresarse a sí misma.
La danza reemplaza la palabra a través del ritmo corporal. El bendito arte de la coreografía, tarea nada fácil, porque coordina un sinfín de elementos físicos y conmociónales, demostrando que el arte del ballet no es para todos.
Sudor y lágrimas se deslizan por las mejillas, mientras se ejercitan los cuerpos desde la temprana edad adquiriendo elasticidad, ritmo, y técnica. Pero el hechizo de la danza se lleva adentro como un divino Don. La individualidad de la bailarina se detecta y se siente ni bien entra en escena con paso firme, marcando su técnica. Casa repertorio es una nueva conquista etérea de seguridad, gracia y talento para convertir todo en magia. Si ese divino arte no llega a armonizar el alma con el cuerpo, el mundo invisible con lo visible, ya sea en lo clásico, neoclásico o moderno, “Si no arde la divina llama” no pasará de ser una búsqueda sin meta.
Lorca, Tolstoi, Chéjov o Merimée, por nombrar unos cuantos, son de difícil traslación de la palabra a la danza. Tuvimos grandes corógrafos. Desde Balanchine a Nijinski.
En su engranaje estaba el libre arte de representar, porque en la danza nada es real salvo el sentimiento.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario