En este siglo, el humano
corre sin sentido como alineado, hasta el punto de dejar sentado en la vereda a algún caminante
distraído.
No tenemos tiempo para
nada, corremos como hámsters, sin llegar a algún lado, olvidamos que el tiempo
no se acelera, que los acelerados somos nosotros que apresuramos el paso para no quedar afuera de
donde todos corren “hacia algo” aunque
ese ritmo sin sentido, nos aleje del verdadero fin.
Con tanto apresuramiento
estamos cambiando calidad por cantidad. La escala humana no la podemos
modificar, por más paradójico que resulte el ritmo todo lleva un tiempo lógico.
Las necesidades básicas humanas siempre son las mismas, las actividades por
intranscendentes que resulten llevan su tiempo. El posmodernismo nos empuja
demasiado a la carrera diaria y no siempre lo rápido es lo mejor. La vida hay
que saborearla en todos sus planos para que no pierda calidez
La celeridad que
caracteriza a nuestra sociedad conduce a la tragedia, el dramatismo y el
estrés. Si bien el tiempo record puede ser estimulante y emotivo para el
alcance de logros, la emoción incontrolada suele ser una respuesta fatal para
la paciencia y la resistencia coronaria. El estrés crónico y la depresión
pueden minar y causar una disminución en el tamaño craneano.
Estamos sumergidos en una cantidad de información importante o banal
que nos golpea a diario, esto sumado a la irritabilidad que produce la
adaptación a la tecnología, puede tener consecuencias fatales con agregado de
agresiones, violencia y descontrol de afectos.
El estrés emocional como respuesta psicosomática es un factor natural
que conduce al caos. Tendríamos que copiar un poco a la venerada diosa de los
faraones, siempre atenta sobre el sarcófago. Sin hartarse la vista de ver
afuera, ni el oído de escuchar sandeces.
Cuando entre maldicientes y
bienhechores el envase del cuerpo se queja, es aconsejable prestarle atención y
reflexionar sobre la propia vida. Para problemas circunstanciales las terapias
alternativas y el test científico sirven para cuantificar el grado. El que
mucho quiere abarcar, poco realiza.
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