jueves, 24 de mayo de 2018

El Mar


Qué manifiesto mayúsculo es el mar. Siempre igual, siempre cambiante.
Espuma que ondula en incesantes corrientes, abismo de profundidad y  obscuridad a perpetuidad.
Soledad inmensa, poblada de animales extraños con cánticos acústicos que fascinan.
Sin urgencia terrenal, sensación de reposo en un dejarse ir…
El misterio instintivo de orientación de las aves en vuelo o navegación diurna o nocturna siempre me inquietó
Algunas vuelan a tres mil quinientos metros de altura aprovechando la corriente ascendente de aire cálido, cubren distancias de hasta quinientos metros por día. Se considera que se orientan a través de los astros, las líneas costeras, las masas de aire y las diferentes temperaturas marinas. El calentamiento del sol y el enfriamiento de la luna con su vaivén de mareas y rompientes.
La precisión de relojero de este planeta Tierra no es del mundo de los hombres, donde casi todo funciona a la marchanta. Su perfección denota una creatividad divina que en nuestro accionar abruma y desconcierta.
 Ese misterio encierra para mí el mar

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