Cuando
el cerebro está híper estimulado la capacidad de discriminación se entorpece.
Lo mismo ocurre con el equilibrio emocional.
La
experiencia social de la última década demostró su impotencia cuando en algunas
naciones se trató el tema de la retribución de la riqueza. La introducción de
criterios puramente económicos atrajo el declive del humanismo. La motivación
económica es útil y atrae como impulso, pero sola no es el elemento esencial
aunque conlleve la ventaja de dirigir. La razón y la emoción son herramientas
que mancomunadas se hacen necesarias para encarar el mundo contemporáneo.
El
comportamiento violento de las masas busca cancelar las diferencias cuya mutación
se manifiesta en patologías de ansiedad, depresión, soledad social o desatada
violencia. Con nuestro encumbramiento olvidamos que hay otras formas de
disfrute y erotismo humano que opaca
nuestra realidad de competencia material. Porque vivir no es sólo lograr
fines materiales, también es conseguir tranquilidad y empatía con la presencia
emocional y psíquica del otro. Quien tiene un buen motivo, siempre encuentra un
buen fin para llegar.
La avaricia es una enfermedad que deja en el olvido saber vivir. El más execrable pecado es el avaro, decía San Pablo. Dando se
recibe.
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