Los eternos olvidados
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“La
vejez es el único medio que se conoce para vivir muchos años”.
Saint
Beuve
Nadie
es demasiado joven para no morir mañana,
Ni
demasiado viejo para vivir un día más.
La
senectud no es juntar años y confinarse. El maestro de la edad es el tiempo.
Seguir creciendo es la consigna.
La cultura
de occidente marca las cuatro etapas más importantes de la vida: La niñez, la
juventud, la adultez y la senectud.
De
cada fin cumplido nace un nuevo deseo. Los valores se suceden con el devenir.
A
los veinte se viaja más con el cuerpo que con la mente. Después de los ochenta
ocurre lo contrario. Cuando mover el físico sobre nuevos escenarios geográficos
supone un esfuerzo, imaginariamente podemos suplantarlo La mente puede
trasladarnos a cualquier parte del planeta si aprendemos a soñar despiertos.
Los recuerdos con el tiempo se mezclan con nuestro imaginario. Al igual que el
ave fénix, a esa edad ya hemos caído y resurgido miles de veces.
La
alegría de vivir no languidece si no dejamos que los años hagan mella. Los
hijos, el abuelísmo y la algarabía de la juventud son el suero y la bendición
de una familia. Tres edades le son dadas al hombre: La biológica, la
cronológica y la psicológica. Las dos primeras no siempre coinciden.
Empíricamente se puede conocer mucho, pero saber poco.
Llegar
enteros, lúcidos, sin deterioro mental, apatía psicosomática ni
sedentarismo, es alcanzar el Nirvana en
la tierra. Al episodio puntual de cortar la distancia entre el más allá y lo
humano: que la guadaña o la parca se retrase lo más posible. Yo brindo por mi
impuntualidad a las citas.
¡Si
estamos en nuestro sano juicio. A regañadientes partiremos a la deriva, sin
mapa ni timonel!
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