jueves, 7 de junio de 2018

Estampas de la guerra


De mi libro “Y donde estaba Dios”
                            

Barcelona ha capitulado. Está desvastada mientras hordas de la guardia mora, bestias a caballo disfrazados con capas y turbantes siembran el terror blandiendo sus espadas chorreantes de sangre. Como trombas entran en las casas violando mujeres y cortando cabezas. De un certero tajo seccionan los testículos de los hombres, metiéndoselos en la boca hasta hacerlos morir ahogados. Dejándolos sangrar como cerdos.

María estaba en su dormitorio cuando oyó que subían corriendo por la escalera. Pilar abrió la puerta. El moro empujándola la tira al suelo y entra en el dormitorio. Pilar se interpone con los brazos abiertos mientras grita
“¡A la niña No!”. El moro levanta la espada y de un certero golpe le corta el cuello. La cabeza de Pilar rueda cerca de María que al sentir arriba de ella el aliento fétido del moro pierde el sentido. Manolito, que en ese momento estaba en el sótano, oye los gritos. Saca una pistola y a pasos agigantados sube la escalera y se dirige al dormitorio. Al abrir la puerta, en medio de un charco de sangre tropieza con el cuerpo de su tía. En la cama extendida sobre la capa colorada del moro estaba María. Maquinalmente Manolo pone la pistola en la sien del moro y dispara. Mientras otro moro de atrás le perfora la espalda. Sintió como un dardo caliente mientras algo pegajoso le llena la boca. Se da vuelta. Manolito casi sin fuerzas aprieta el gatillo hasta agotar el cargador… su mano ya muerta aferrada a su arma llega al suelo. María en la nebulosa, medio desmayada se levanta de la cama. No da crédito a sus ojos y en cuatro patas se acurruca en un rincón. 

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