Con
el celular arriba de nosotros nunca estamos solos. No hay tiempos muertos. Los
más adeptos al trabajo llevan en el bolsillo la oficina a cuestas. Los
parientes y amigos no dan tregua a lo que se llama el ocio contemplativo. Ese
tiempo libre que en otra época se le asignaba a los griegos y que a veces uno
tanto necesita.
No sé
donde leí que el tiempo libre es la emancipación del mandato porque lo fabrica uno mismo como
quiere. No haciendo lo habitual. Los devotos del “hacer” juzgan a los
contemplativos como seres vagos.
Los
epicúreos, estoicos y escépticos, proponían una disposición del ánimo, que
llamaban ataraxia. Mediante la disminución de la intensidad de pasiones y
deseos que pudieran alterar el equilibrio mental y corporal, y la fortaleza
frente a la adversidad, alcanzaban dicho equilibrio y finalmente la felicidad.
La
ataraxia es, por tanto, tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad en relación
con el alma, la razón y los sentimientos.
“Flàneurs”.
Caminante sin rumbo fijo. Ese ejercicio sólo compatible al oxígeno liberal. El
aire que a todo pulmón se respira en los bosques de eucaliptos y que tanto
despejan y oxigenan nuestras neuronas.
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