miércoles, 13 de junio de 2018

De esa vagancia física, de donde a veces surgen las verdaderas empresas


Con el celular arriba de nosotros nunca estamos solos. No hay tiempos muertos. Los más adeptos al trabajo llevan en el bolsillo la oficina a cuestas. Los parientes y amigos no dan tregua a lo que se llama el ocio contemplativo. Ese tiempo libre que en otra época se le asignaba a los griegos y que a veces uno tanto necesita.
No sé donde leí que el tiempo libre es la emancipación  del mandato porque lo fabrica uno mismo como quiere. No haciendo lo habitual. Los devotos del “hacer” juzgan a los contemplativos como seres vagos. 
Los epicúreos, estoicos y escépticos, proponían una disposición del ánimo, que llamaban ataraxia. Mediante la disminución de la intensidad de pasiones y deseos que pudieran alterar el equilibrio mental y corporal, y la fortaleza frente a la adversidad, alcanzaban dicho equilibrio y finalmente la felicidad.

La ataraxia es, por tanto, tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad en relación con el alma, la razón y los sentimientos.

“Flàneurs”. Caminante sin rumbo fijo. Ese ejercicio sólo compatible al oxígeno liberal. El aire que a todo pulmón se respira en los bosques de eucaliptos y que tanto despejan y oxigenan nuestras neuronas.

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