Claro
está que la tierra que actualmente habitamos lejos está de ser “El jardín del
Edén” y el rio de la plata no es el Éufrates o el Nilo, ni Buenos Aires
Babilonia. El Paraíso Terrestre está adaptado a nuestro tiempo, los humanos que
lo habitan tienen una geografía basada en la cultura del siglo XXI.
Aquí
existe la avaricia, la impureza y la muerte. La corriente de agua pura y dulce
que mana del manantial, está contaminada, su impureza trae al hombre serias
preocupaciones, no somos los primeros humanos y espero, ni los últimos. La
serpiente viene munida de dólares y bienes materiales que obnubilan al hombre.
La diferencia del Edén Bíblico es que aquel paraíso que narraba el Génesis
Mesopotámico de Eva. Adán, su costilla y los dioses que planearon la creación
de los primeros humanos, es una historia ya ida. La civilización actual arrasó
con todo y se las ingenió hasta llegar a lo que somos. Curiosamente el nombre de Eva procede de una
raíz verbal que significa vivir, y el fruto del árbol prohibido del bien y el
mal, en aquel entonces mantuvo existencias separadas. Nosotros juntamos todo y
en ese batiburrillo y mezcolanza de viveza y sabiondez aprendimos a no rendir
cuentas a nadie buscando y aceptando cuanta cosa cae a nuestras manos y nos
describimos sabios ya que nadie expulsa a nadie de nuestro paraíso, donde
prevalece el interés personal y el ejercicio del poder. Y, libremente, vivimos
nuestra guerra Troyana.
Divertido
es, el cuento da para no aburrirnos, agarrar los cuadernos y ponernos a
escribir como hizo nuestro confuso amigo.
¡El
país da para todo!
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