Huir
de la penuria a ser pobre. Es un signo de civilización.
Hay
que educar la conciencia para no sentir rechazo al pobre. La indigencia muchas
veces es falta educacional y de libertad.
La
pobreza se huele, se palpa, se vive en la construcción de una democracia. El
rechazo al pobre no está legitimado. La animadversión a determinado círculo, o
la fobia, se asume en actitud de superioridad y desprecio sin base biológica o
rechazo cultural, usado como incentivo y valorización votante en las urnas.
Cuanto más entregado y analfabeto esté el pueblo, más fácil de manejar.
Todos
queremos ahuyentar problemas y penas ajenas del alma propia. ¡Nadie quiere
asumir malas ondas!
Lo
que más importa en estos momentos no es la comprensión sentimental, sino
compartir la producción. Mantener las decisiones, ser independientes, y no
sufrir presiones políticas como dispositivo.
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