viernes, 26 de octubre de 2018

Errores que son horrores


Hasta no hace mucho el plomo era utilizado altamente en la industria. Gracias a dos científicos: Clair Peterson y Herbert Needleman se frenó en parte la amenaza tóxica contaminante. Hasta entonces el plomo podía encontrarse en infinidad de utensilios de cocina, como sellador de latas de conservas, y hasta en productos farmacéuticos. En óleos para pintura de cuadros artísticos o paredes de casas. Gracias a la maleabilidad y a la vez dureza de este metal, los romanos lo usaban en caños de drenaje y tuberías de agua como así los artesanos para sus obras de arte.

Para constatar si el plomo provenía de origen natural, se analizaron las diferentes capas de agua oceánica constatando que en aguas profundas la cantidad de este metal era muy poca a diferencia de las capas superficiales que sorpresivamente había en abundancia.

Minería en el mar distintos al petróleo y el gas: cobalto, níquel, cobre, zinc, oro y manganeso están contenidos en piedras metálicas que reposan en nódulos sobre el lecho marino a más de 4500 metros de profundidad del Océano Pacífico que esperan las convenciones de los derechos del mar para ser recogidos para su posterior explotación.

Antes del siglo XX, casi no había plomo en la atmósfera, pero con la introducción de la gasolina en la década del 20, y la emisión de automóviles en escala, juntamente con un elemento radiactivo como el uranio, el problema se agudizó.

A pesar de la pérdida de fondos económicos y con el poder político en contra para refutar la veracidad científica, el geoquímico se mantuvo firme. Una comisión verificó los hechos exigiendo la cancelación de la nafta con plomo.

Ya en aquel entonces, Marco Polión, arquitecto y lego en medicina, no ignorando su toxicidad, prohibió su uso tras la publicación de su libro sobre los peligros humanos visuales, envenenamientos y parálisis denominados “saturnismo”. Pero, entre dimes y diretes, guiados por lo dúctil, en lugar de decrecer, al tiempo aumentó su utilidad.

En el siglo XXI podemos decir que ya era tiempo de que la ciencia le ganara a la industria. Pero aún se sigue usando.

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