viernes, 7 de diciembre de 2018

El racismo y el color de la piel


El negro no es un excluido sólo por el color de la piel sino por una conjunción de factores educativos, culturales, sociales y económicos.

La memoria de los 300 años de esclavitud no se borra con facilidad.
Las favelas, las zensala de esclavos eran lugares de exclusión, lejanos de las grandes casas donde el poderío de los blancos fue una persecución constante. El origen de raza negra e indígena no tenía cabida para estudiantes en facultades ni en universidades públicas. Las familias pobres y negras eran tachadas de no capacitadas, miradas bajo un plano inferior, difícil de resurgir. Esa poca presencia tuvo mucho que ver con la condición posterior de escasa formación cultural.

Brasil, donde según el censo nacional de 2010, el 60 por ciento de la población es de color. La negra de origen humilde que ganó en 2015, el Premio de Literatura, tuvo que lucharla e imponer su condición humana en torno a la negatividad y vulnerabilidad. Aún hoy encontrar espacio en ambientes de blancos no es tarea fácil. Los blancos no comulgan con los rizos trenzas y bocas bembudas sobresalientes de la mujer negra por más bella que esta sea. Los estilistas los consideran malolientes, violentos y resentidos.

La sociedad y sus instituciones siguen siendo racistas.
No se ve mucha gente de color en cargos ejecutivos o públicos donde la raza distinta no tiene mayor representatividad. No obstante haber negros destacados: Nadine Gordimer, sudafricana ganadora del Nobel de literatura contra el apartheid. Machado de Assis, nieto de esclavos y excelente escritor negro. Raquel de Queiroz, Concepción Evaristo. Por nombrar algunos. La suma del color de la piel no tiene por qué estar fuera de la Academia si los méritos personales hablan a favor.
No es deleznable nacer de otro color de piel. Blancos, negros, amarillos y rojizos. ¡Todos somos humanos!

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