jueves, 14 de febrero de 2019

Decadencia. Vejez.


Queremos vivir más pero no envejecer. ¿Otra perspectiva existe?


Ignorar la decrepitud cuando esta golpea la puerta es un imposible. La longevidad se ha convertido en el destino de una gran mayoría. Y el problema tiende a crecer.
La ciencia sigue alargando la vida, pero paradójicamente no todo funciona igual. Por razones de edad no se generan ingresos económicos en relación con otras etapas activas mientras la productividad y la carestía crece. Los sistemas provisionales tampoco ayudan a que la situación se revierta hacia la independencia de los adultos mayores.
Las leyes laborales no progresan. La ley jubilatoria no reconoce que haya adultos activos, no hay nuevos roles sociales ni sistema que proteja este avance de los años.
El desfasaje es un presente con miras hacia un futuro que obliga al cambio de sistema total o una claudicación y entrega al tiempo y decadencia convirtiéndonos en inservibles por el mero hecho de malas conducciones.
Científicos y políticos. No coincide una cosa con la otra.

El estancamiento de la evolución de la sociedad va a acarrear un grave problema.

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